Rata borracha recibe golosinas
Si le das una cerveza a un ratón, querrá una galleta, y luego otra, y otra. Si le das a alguien suficiente cerveza, es probable que devore un plato de nachos grasientos o algún otro refrigerio alto en calorías. Un estudio publicado en Nature Communications en enero ayuda a explicar por qué comer en exceso en ratones y humanos a menudo conduce a comer en exceso, a pesar del alto contenido calórico del alcohol.
En la primera parte del estudio, los neurocientíficos Craig Blomeli y Sarah Cairns del Laboratorio Mill Hill en el Instituto Francis Crick en Londres les dieron a los ratones dosis diarias equivalentes a unas dos botellas de vino durante tres días, simulando fuertes dosis de fin de semana. Efectivamente, los ratones borrachos comieron más que los ratones sobrios del grupo de control.
Para averiguar por qué, los investigadores expusieron secciones delgadas de cerebros de ratones post mortem al alcohol y usaron etiquetas y electrodos fluorescentes para medir la actividad neuronal resultante. Descubrieron que la exposición al etanol alteró el intercambio de calcio en las células, lo que provocó que las células nerviosas especializadas llamadas neuronas de proteína relacionada con agutí (AgRP) se activaran con mayor frecuencia y facilidad. Estas neuronas normalmente se activan cuando nuestros cuerpos necesitan calorías, y los estudios han demostrado que activarlas artificialmente provocó que los ratones se atracones incluso cuando estaban llenos.
Los hallazgos mostraron que el alcohol activa las neuronas AgRP en el cerebro y sacia a los ratones borrachos. Lo mismo puede ser cierto para los humanos, porque este circuito cerebral está muy conservado en todas las especies de mamíferos, dijo Cains: «No dudo que las neuronas AgRP se activen en los humanos, por lo que se ve este efecto».
Scott Sternson, neurocientífico del Campus de Investigación Janelia del Instituto Médico Howard Hughes que no participó en el estudio, dijo que el trabajo es el primero en mostrar cómo el alcohol activa las neuronas AgRP y proporciona un «punto de partida interesante e inesperado» para futuras investigaciones.
Con base en estos resultados, Cairns estaba interesado en saber por qué el alcohol parecía hacernos desear ciertos alimentos, como esos copos de maíz grasientos. Después de todo, dice, «nunca he tomado un trago y luego se me antojó una ensalada».